miércoles, 14 de enero de 2015

CREENCIAS LIMITANTES. NUESTRA ZONA DE "SOMBRA".

Sabemos que una mayoría de nuestras conductas se generan de manera inconsciente motivadas por los patrones de conducta aprendidos a lo largo de la vida. Algunos de estos patrones los aceptamos y los traemos a la consciencia, pero hay otros, aquellos que rechazamos porque se oponen a los valores culturales y personales, los evitamos, preferimos no mirarlos, aún cuando son el motor de la mayor parte de nuestros conflictos personales y de relación con los otros y con nosotros mismos. Estas creencias limitantes, estas emociones ocultas, es lo que compone lo que Carl Jung la zona de "sombra", una zona que tenemos todos los seres humanos que llamó "inconsciente colectivo". 



“Si el cuerpo está recto, qué más da que la sombra esté torcida”
Proverbio chino

Uno de los miedos más desconocidos y menos aceptados es el miedo a lo que Carl Jung denominó “sombra”, esa zona que no estamos dispuestos a ver y de la que no queremos apropiarnos pero que solemos proyectar en los demás y que puede distorsionar la relación con los demás.

Reconocer la zona de sombra, admitir y aceptar lo que no nos gusta de nosotros mismos, es vital para la sanación. Simplemente se trata de reconocer la presencia de pensamientos e impulsos, reconocerlos y aceptarlos para que se vuelvan silenciosos y no nos dominen inconscientemente. Una vez vista y reconocida la sombra pierde su poder sobre nosotros.

Uno de los mayores obstáculos para reconocer la zona de sombra es el deseo de aprobación, tanto de los demás como de nuestros valores. En este punto es conveniente recordar que Carl Jung llamó “inconsciente colectivo” a lo que está dentro de la sombra. Si somos honestos con nosotros mismos encontraremos en nuestro interior emociones no “deseables” compartidas con todos los demás. Todo el mundo tiene miedo a que le consideren tonto, feo, antipático o fracasado, o a admitir sus impulsos más destructivos.

Se necesita mucha energía para mantener oculta la sombra con el objetivo de suprimir el miedo a mirarle a la cara, nuestra energía se agota y volvemos a los niveles inferiores de la escala emocional. Además, como dijo el propio Carl Jung “lo que no queremos saber de nosotros mismos acaba por llegar del exterior como un destino”. En muchas ocasiones lo que nos molesta de los otros, lo que nos sitúa en una posición de víctima, es aquello que rechazamos de nosotros mismos.
En el nivel de la conciencia lo semejante atrae a lo semejante por lo que el miedo atrae nuevos miedos, nuestra vida será el resultado de estos miedos y las medidas defensivas continuas que ponemos en marcha para evitarlo. Intentar ahuyentar los miedos haciéndoles frente produce una inmensa liberación. 

El miedo continuado y crónico se refleja en la alegría de vivir, en nuestro rostro y nuestro aspecto además de que se puede convertir en el origen de muchas enfermedades. El miedo crónico suprime gradualmente las funciones del sistema inmunológico.

Entonces, si sabemos todo esto, ¿por qué nos aferramos al miedo? Porque al ser una emoción básica de supervivencia, inconscientemente lo asociamos con la supervivencia, nos da la sensación de que si abandonamos el miedo nos volvemos vulnerables pero la realidad es que los miedos asociados a situaciones no potencialmente peligrosas nos llevan a lo contrario. El miedo, y como veremos más adelante la culpa, provocan la enfermedad y el fracaso en la vida.


Cursos y talleres intensivos de fin de semana de MINDFULNESS y HO'OPONOPONO en Centro Madá Alcalá de Henares, centro de psicología cognitivo conductual especializado en gestión de estrés y ansiedad. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario